lunes, 10 de octubre de 2016

Apolo y Jacinto


El hijo del rey de Esparta, llamado Jacinto, era tan atractivo como los dioses del Monte Olimpo. El dios Apolo solía bajar a la orilla del río Eurotas para estar un rato con su amigo. Jacinto llevaba una vida sencilla, iba a cazar al bosque, etc. Y eso despertó el apetito de Apolo, el muchacho le resultava muy encantador y le entregó todo su amor, olvidando por completo que el era un Dios y Jacinto era mortal.

Un dia de verano, los dos se desnudaron y se untaron de aceite de oliva y probaron suerte con lanzamiento de discos. El disco que era de bronce voló con mucha fuerza y Jacinto fue corriendo a buscarlo para demostrarle a Apolo que, por mucho que el no fuera dios, no tiene menos capacidad para cojer el disco. El disco cayó con tanta fuerza que rebotó y le golpeó a Jacinto en la cabeza. El cayó al suelo y la sangre empezó a caer en grandes cantidades. Apolo corrió hacia él para parar la sangre que salía de la herida, pero fue imposible. Lo sostuvo junto a su pecho mientras caían sus lágrimas. Cuando Jacinto murió, su alma voló al reino de Hades. El dios se agachó y le susurró suavemente junto a la cabeza del joven muerto: "Siempre vivirás en mi corazón, hermoso Jacinto. Que tu recuerdo viva también entre los hombres".

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